Valladolid ofrece su dolor a la Virgen en la intimidad de la Vera Cruz

El arquitecto Fernando Bonrostro fue el encargado de hacer el ofrecimiento con palabras que recordaron los dolores del mundo

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Valladolid ofrece su dolor a la Virgen en la intimidad de la Vera Cruz
Imagen de la Virgen de los Dolores. Fotos: Sergio Borja
Rebeca Pasalodos Pérez
Rebeca Pasalodos Pérez
Lectura estimada: 3 min.
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Valladolid no vio, este Sábado Santo, a la Reina del Dolor recorriendo sus calles. La previsión de lluvias -que en teoría iban a aparecer durante todo el día- obligó la prudencia y se decidió por la mañana suspender la Procesión del Ofrecimiento de los Dolores de la ciudad a la Santísima Virgen. Aunque el tiempo, en una broma burlona, decidió aguantar con el cielo abierto hasta bien entrada la tarde.  

Sea como fuere, la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz supo transformar la contrariedad en recogimiento y fe, celebrando el acto en la intimidad de su sede: la Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz.

Poco antes de las seis de la tarde, el templo ya respiraba un silencio expectante. Invitados y hermanos, reunidos en torno a la imponente imagen de Nuestra Señora de los Dolores -obra maestra de Gregorio Fernández-, se preparaban para rendir homenaje a la Madre Dolorosa. 

El acto, sobrio y profundamente emotivo, se abrió recitando el poema de Mercedes Marcos Sánchez: 

 

"Ese regazo vacío y ese pecho traspasado son lenguaje apasionado de tu dolor y del mío. Son mis lágrimas un río al verte así desmayada, por la agonía cuajada al pie de esa cruz tan dura, la mirada en veladura, ya más muerte que mirada. Madre mía, dolorosa, que estás al pie de la cruz, dame en mi dolor la luz y haz de mi dolor gozosa espera y también gozosa certidumbre de que un día de tu mano, como guía, al mismo Cristo veré. al cielo contigo iré, Madre mía, Dolorosa".

Tras la presentación inicial, se dio paso a la lectura del Ofrecimiento de los Dolores de Valladolid, realizado en esta ocasión por el arquitecto vallisoletano Fernando Bonrostro, encargado de la reconstrucción de la cúpula de la Vera Cruz, se mostró hornado de realizar el ofrecimiento, recordando el mayor dolor, que no es sino el de una madre que ha perdido a su hijo. "Hoy venimos a ofrecerte los Dolores de Valladolid para unirlos a los tuyos", inició. "Abres los brazos para recibir el cuerpo de tu hijo y recibes todo el dolor del mundo", añadió.

En su discurso, Bonrostro hizo un repaso del dolor presente en el mundo en distintas formas: "En la actualidad hay 54 conflictos reconocidos", señaló, a lo que añadió una larga lista de causas de penurias como los desastres naturales, los desplazados por guerras u otros motivos, el dolor que sufren los enfermos sin olvidarse de los ancianos. Asimismo, tuvo un momento para recordar el momento que vivió la propia Iglesia de la Vera Cruz con el derrumbe de su cúpula, hoy reconstruida. En sus palabras, Bonrostro agradeció a la Virgen el consuelo que quienes sufren encuentran en sus brazos abiertos al mundo.

La música sacra, interpretada en directo por un pequeño conjunto coral, sonó en el templo, para añadir un tono de solemnidad estremecedor. La ausencia del paso por las calles fue suplida por la densidad espiritual del ambiente, por la mirada de tantos ojos vidriosos que buscaban consuelo en la Señora.

A las puertas del templo, la lluvia apenas caía, como si el cielo también contuviera el llanto. Dentro, el alma de la Semana Santa de Valladolid seguía latiendo, más íntima, más recogida, pero igual de firme. Porque cuando no se puede caminar, se permanece; cuando no se puede proclamar en voz alta, se reza en silencio. Y en ese silencio, María escuchó a su ciudad.

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