Alejandro Moral es "buen conocedor" del nuevo pastor de la Iglesia, al que define como una persona "cercana y que sabe escuchar"
El prior de los agustinos: "Ninguna religión puede aceptar que haya guerras en nombre de Dios"
Alejandro Moral es "buen conocedor" del nuevo pastor de la Iglesia, al que define como una persona "cercana y que sabe escuchar"
Ante una sociedad cada vez más polarizada en la que se derriban puentes y nexos de unión, el diálogo y la comunión se erigen como pilares esenciales. Es ahí donde los agustinos y su identidad, marcada por ser unos "maestros de la sinodalidad" pueden influir en el camino del mundo y, por ende, de la Iglesia Católica junto a León XIV. Así lo cree el prior general de la orden, Alejandro Moral (Burgos, 1955), que habla de ese "encuentro" entre todos con el que centrarse en lo "verdaderamente importante", y así poner la atención en lo que "significa no tener paz", porque la "guerra la hacemos nosotros y no Dios".
"Buen conocedor" del nuevo pastor de la Iglesia, al que define como una persona "cercana y que sabe escuchar". El agustino, natural del municipio de La Vid, cree que la ordenación de las mujeres no se tocará, pese a ensalzar su papel esencial en el cristianismo, y descarta la idea de mirar hacia otro lado ante los casos de abusos, al ser imprescindible "afrontar la realidad y ayudar a las víctimas".
Atiende a la Agencia Ical desde Roma, por videollamada de WhatsApp, antes de emprender una viaje que le llevará a Colombia. Preguntado por los caminos y expediciones, no descarta la hipotética visita de León XIV a España y, en especial, a la Comunidad, aunque reconoce que comparte la corriente del Papa Francisco: "Tenemos que ir a los lugares donde nos necesite la gente y atender otras realidades".
¿Qué es y qué supone ser agustino?
Para nosotros supone vivir un estilo de vida concreto del que nos hemos enamorado y que queremos vivir porque nos hace felices. Y sobre todo el vivir como hermanos en fraternidad. Nuestro ideal es tener un solo corazón y una sola alma hacia Dios, es decir, fortalecer la comunión.
Compañero y sucesor del nuevo Papa, ¿le sorprendió la elección? ¿se la esperaba? ¿cómo vivió el anuncio?
Lo vivimos muy emocionados, pero de alguna manera era uno de los candidatos y de los papables. Él venía a comer aquí todos los días y también a la oración y a la Eucaristía. Y en algún momento se lo dijimos y le deseamos lo mejor si era elegido, porque estaríamos unidos a él y se rezaría para que sea una buen semilla de Iglesia.
Usted le conoce bien, ¿cómo es León XIV?
Lo conozco muy bien porque fuimos estudiantes en Roma durante un poco más de un año y medio. Y era muy educado y respetuoso. Luego he trabajado 12 años con él, de 2001 a 2013, codo con codo. Es una persona cercana, te escucha, no tiene protagonismo y sabe juzgar después de haber escuchado. Y si hay que tomar decisiones, las toma, pero siempre después de haber escuchado.
¿Ha tenido ocasión de hablar con él? ¿Se puede saber qué le ha trasmitido?
Nos hemos visto ya en cinco ocasiones, por coincidencias, lógicamente. El último día fue el lunes 19 de mayo. No quiero que de la sensación de que es una cosa entre amigos, sino por ocasiones religiosas, trabajo o audiencia.
¿En qué influirá la identidad agustiana en esta nueva etapa de la vida de la Iglesia?
Un aspecto muy importante que últimamente hemos venido trabajando es la sinodalidad. Yo creo que las órdenes religiosas, y en concreto los agustinos, tenemos que ser maestros en sinodalidad, es decir, del diálogo y encuentro. San Agustín tiene una cosa muy bonita que nos ayuda a vivir la sinodalidad, cuando dice que la verdad no es tuya ni mía, sino de todos. Tenemos que buscarla juntos y seguirla de manera unida.
¿Qué puede esperar el mundo de León XIV?
Crear puentes de unidad. Ahora mismo todos debemos comprometernos con la paz de una manera severa. Nos hemos dejado llevar por otras cosas y no nos damos cuenta lo que significa no tener paz. No se puede hacer la guerra y tenemos que buscar entre todos la paz por encima de todo. No podemos permitir que niños pasen de hambre, como el otro día dijo el Papa en la franja de Gaza. No es posible que se permita cuando hay personas que pueden evitarlo. Eso no es normal.
¿Qué prioridades cree que tiene la Iglesia en este momento?
Como señaló el Papa Francisco, se encuentra el cuidado de la tierra, con la encíclica ‘Laudato SI’, por ejemplo. Creo que el Papa León XIV continuará con ello y planteará otros temas nuevos, seguro.
¿Cómo es posible que todavía haya guerras en nombre de Dios?
Por desgracia, en algunos lugares sigue siendo así y es algo que no podemos aceptar en ninguna religión. Uno de mis diálogos con el Papa León XIV fue que las religiones tenemos que ser instrumentos de paz, porque Dios es un Dios de paz. Cualquier Dios es un Dios de paz. La guerra la hacemos nosotros, no Dios. No podemos decir que es Dios, porque un Dios que no quiere a las personas no es Dios.
Desde una perspectiva muy reduccionista hay quienes ya intentan ubicar al nuevo papa en un escenario de progresista o conservador. ¿Será León XIV continuador de Francisco?
Si fuese una copia del Papa Francisco sería lo peor que podría suceder, porque cada persona tenemos nuestro modo de ser y una manera de afrontar los temas. Pero estoy seguro que el Papa León XIV va a afrontar los temas de la Curia Romana, los que no se hayan solucionado y los que puedan nacer. Va a afrontarlo y querer solucionar los temas, donde tendrá que tratar la revolución tecnológica.
Una de las piedras de toque en este momento de la Iglesia es la respuesta a los abusos por parte de algunos sacerdotes y religiosos, cree que la Iglesia ha sabido dar la respuesta adecuada ante estos casos? ¿Qué faltaría por hacer?
Yo tengo experiencia en ello. Puedo decirlo porque era el procurador en la orden, que es el que mantiene las relaciones con el Vaticano. A mí me tocaba llevar esos temas cuando el padre general era entonces Robert Prevost. Cualquier tema que nos llegó siempre se afrontó, nunca se dejó de lado. Después han aumentado las denuncias, porque yo he tenido más casos como prior general que los que hubo en el periodo anterior, pero siempre hemos querido afrontarlos. Lo primero que hay que hacer es ayudar a las víctimas y afrontar esa realidad para, de alguna manera, subsanar, que es muy difícil, el sufrimiento que ha habido. Todo es un camino muy largo y algunas personas sufren mucho. Otras veces hemos tenido casos que no eran verdad, por lo que hay que hacer siempre una investigación previa y si el caso tiene visos de ser verdad hay que comenzar una investigación administrativa mucho más seria. Se sabe que Robert Prevost no toleró nada de esto en el pasado y estoy seguro que seguirá ese camino ahora.
En los últimos años, Europa se ha convertido en tierra de misión. ¿Cómo cree que hemos llegado a este punto?
Porque hay mucha publicidad e interesan demasiado los bienes materiales. Las multinacionales quieren tener ganancias y las personas, al carecer muchas veces de criterio, caemos en esos anuncios y propuestas que, al final, no nos satisfacen. No nos conocemos, porque nos dedicamos muy poco tiempo a nosotros mismos para saber qué necesito, qué quiero, cómo puedo ser feliz y cómo puedo ayudar al pobre. Y pobre no es solo el que no tiene dinero, sino el que me necesita.
Los jóvenes parecen haberse alejado de la Iglesia, ¿cómo convencer de nuevo al hijo pródigo?
Nosotros, con la experiencia con centros educativos, conectamos en algún aspecto con los jóvenes, pero nos cuesta mucho y nos gustaría conectar mucho más para dar a nuestros jóvenes algo que les ayude a vivir de un modo pleno y con una felicidad en la medida de lo posible.
¿Las cuestiones sobre la moral sexual pesan demasiado en el discurso de la Iglesia?
Sí, pero se necesita un diálogo, no cabe duda, muy grande. Las ideas de la iglesia son claras. Nosotros tenemos un modo de entender la vida matrimonial y eso es evidente. Pero quizás necesitemos también un diálogo muy grande con las personas para entendernos y ver la forma en la que podemos entre todos construir un mundo que nos ayude a sentirnos más hermanos, pero desde la fe y sin dejar ciertas creencias.
¿Cómo acoger realidades como la homosexualidad o la transexualidad en el seno de la Iglesia?
En este momento no he dialogado con el Papa sobre este tema y hay fuerzas muy distintas. A veces también se han sacado de contexto algunas reflexiones de la Iglesia, incluso algún escrito, pero cuando se lanza algo y la gente lo acoge, luego es muy difícil citar y aclarar qué es lo que está diciendo el texto. Yo puedo hablar de lo que dice la Iglesia, cuál es su doctrina y qué es lo que entendemos.
La cuestión del papel de las mujeres en la Iglesia es recurrente. ¿Está cerrada para siempre la posibilidad de ordenar mujeres?
Creo que el tema de la ordenación de las mujeres no se va a tocar. En la Iglesia, las mujeres han tenido un papel pionero, con presencia desde la Cruz de Jesús. Yo he dicho que la fe ha llegado a ciertos lugares gracias a las mujeres, que son más tenaces y fuertes que los hombres. Psicológicamente, gracias a ellas, la Iglesia ha podido caminar de forma más abierta. Aunque no se vaya a ordenar mujeres, tienen un papel muy importante en la Iglesia, porque cada uno tenemos nuestra misión y nuestro papel.
La inmigración es un gran problema del mundo actual y una de las batallas ideológicas que se libra en Europa. La voz de Francisco ha sido clara al respecto, pero con poco éxito. ¿Qué decir a quienes quieren levantar más barreras?
Es un tema muy complejo. Lo más triste es que haya mafias que utilizan todo este tema para ganar dinero mucho dinero, que es lo que nos tendría que dar pena. No se puede decir que Europa necesita 20 millones de trabajadores para que nuestra economía progrese y luego no ser capaces de crear unas líneas de formación, educación e integración para los inmigrantes. Por ejemplo, no hemos sido capaces de ayudar y desarrollar África. Es triste que en África hay países que no se desarrollan porque de esa manera se controla mejor a las personas. No se puede comprender que haya tanta gente pasando hambre simplemente por los caprichos de unas personas o por nuestro propio egoísmo. En la iglesia, a veces, somos egoístas, cuando somos un medio para crear paz y fraternidad. Creo que todos tenemos que levantar la voz.
Usted conoce bien Castilla y León y sus problemas (envejecimiento, despoblación…). ¿Qué le cabe hacer a la Iglesia en este contexto?
Tendríamos que jugar un papel de renovación. Nos estamos quedando también sin frailes, porque hay escasas vocaciones. Tendríamos que jugar entre todos y buscar posibilidades y salidas para esta tierra, que es muy querida y que tiene unos valores muy importantes y que la hemos descuidado. España tiene que ser más igualitaria.
¿Espera una llamada de León XIV? ¿Aceptaría una nueva responsabilidad?
Ni espero, ni no espero, porque estoy bien. Es decir, estoy muy tranquilo. Y es más, dije a León XIV que no le iba a escribir para no sobrecargarlo en estos primeros momentos. Solo aceptaría estar a su lado si puedo ayudarle a que esté bien y pueda así llevar adelante el ministerio que se le ha encargado. No tengo interés por ser obispo, ninguno. Hoy ser obispo no es ningún regalo, es todo lo contrario. Yo me llevaba muy bien con el Papa Francisco y en una ocasión se interesó por mi edad y mis responsabilidades y le pedí, por favor, que no pesara nada para mí. Y ahí quedó todo.
La última: ¿cómo piensa convencer al Papa para que venga a Burgos o a Castilla y León?
En ese sentido, soy un poco como en el Papa Francisco y creo que tenemos que ir a los lugares donde nos necesite la gente. Por capricho y cariño propio me encantaría ir a mi zona y estar con los míos, porque he estado con Prevost en Castilla y León y nos hemos sentido bien, porque sois muy cariñosos. Pero creo que tenemos que atender otras realidades y problemas. Ahora mismo hay 35 puntos de conflicto en el mundo, con sufrimiento y hambre que padecen los niños. No tenemos razones para ello y tenemos que luchar. Usted es el primero y yo el segundo.
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