¡Ven, espíritu santo!

Carta pastoral del arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, correspondiente a la primera quincena del mes de mayo

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¡Ven, espíritu santo!
El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, don Luis Argüello.
Monseñor Luis Argüello García
Monseñor Luis Argüello García
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¡Jesucristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado!, sigue aclamando y saludando la Iglesia en estos días. Y en este cenáculo de la Pascua surge una nueva aclamación: ¡Ven, Espíritu Santo! La Iglesia, en Pascua, recuerda su identidad más profunda: haber sido convocada, llamada, para ser en medio del mundo un signo de comunión que anuncia la alegría del Evangelio. Así, invoca al Espíritu Santo, pues sabe que su vocación es ser María, recibir al Espíritu Santo para ofrecer a Jesucristo al mundo de hoy.

Pero en esta Pascua la invocación al Espíritu Santo adquiere una dimensión especial. Invocamos al Espíritu Santo para que ilumine a los cardenales reunidos en cónclave y, así, puedan ofrecer a la Iglesia un nuevo sucesor de Pedro, un obispo de Roma que presida la caridad de todas las iglesias y lleve el timón de esta nave eclesial que peregrina en medio del mundo.

Así decimos: ¡Ven, Espíritu Santo! En primer lugar, ayúdanos a acoger el pontificado de Francisco, a quien en estos días acabamos de despedir. ¡Ven, Espíritu Santo!, para que la alegría de habernos encontrado con la misericordia que brota del costado abierto de Cristo nos movilice y empuje a la Iglesia a salir y anunciar esta misericordia, especialmente a aquellos que más la precisan por su situación de tristeza, de dolor, de injusticia, de exclusión o de pecado. Sí, ¡Ven, Espíritu Santo!, para que la Iglesia siga siendo una Iglesia en salida. ¡Ven, Espíritu Santo!, para que este camino de conversión pastoral en el que la Iglesia se ha introducido siga disponiéndonos para una transparencia y una comunión más viva en el anuncio del Evangelio.

¡Ven, Espíritu Santo!, y ayúdanos a ser verdaderamente pueblo entre los pueblos, pueblo peregrino, pueblo que camina, sínodo que anima a la participación de todos en la comunión y misión de la Iglesia. ¡Ven, Espíritu Santo!, y ayúdanos a recibir del Papa Francisco su testimonio hecho de tantos gestos, de tanto espíritu de acogida, de tanta encarnación, de una Iglesia que sale y peregrina y de una Iglesia que acoge para que todos puedan vivir y conocer -un poco, al menos- a Jesucristo y su Evangelio. Sí, invocamos el Espíritu Santo para que nuestro corazón y el corazón de toda la Iglesia sea agradecido a lo que el Señor le ha regalado con el Papa Francisco, que estalle de la alegría del Evangelio, que haga fructificar en medio de los jóvenes la noticia de que Cristo vive, que se susciten matrimonios, que vivan la alegría del amor y que todos vivamos esta vocación a la santidad que nos hace exultar y gozar viviendo a contracorriente para anunciar el Evangelio de la misericordia.

En segundo lugar, decimos con fuerza "¡Ven, Espíritu Santo!" sobre los cardenales reunidos en cónclave. Ven e inspíralos para que caigan en la cuenta y reconozcan tu paso en este momento de la historia de la Iglesia y de la historia del mundo. Para que, reconociendo tu paso, puedan interpretar lo que estás queriendo decirles a ellos y a toda la Iglesia para seguir una peregrinación en la que el sucesor de Pedro nos ayude a todos a ser fieles al mandato de Jesús: "Id y anunciad el Evangelio". Sí, ¡ven, Espíritu Santo!, para que los cardenales, reconociendo tu paso e interpretando los signos y llamadas, sepan elegir a la persona que en estos momentos de la vida del mundo y de la Iglesia sea más conveniente para que se realice el plan de Dios en la comunidad cristiana al servicio del mundo.

Por eso, queridos amigos, invoquemos con fuerza el Espíritu Santo en esta Pascua. Invoquémosle para que sea elegido un nuevo sucesor de Pedro e invoquémosle para que nosotros, en esta Pascua, reavivemos en su plenitud el Pentecostés del que surge la Iglesia; para que el Espíritu Santo selle en nuestros corazones una espiritualidad de encarnación y apostólica, una espiritualidad de comunión y misionera que nos ayude a llevar el Evangelio a quienes más lo precisen.

Por eso, que el Espíritu Santo abra nuestros ojos para reconocer el paso del Señor, reconocerle en las personas con quienes nos encontramos y, especialmente, en aquellos en los que en su cuerpo las marcas de la carne de Cristo se manifiestan de manera especial y, así, elegir la acción apostólica en la que se exprese mejor nuestra vocación.

¡Ven, Espíritu Santo! en este Pentecostés 2025 para que esta nueva etapa en la vida de la Iglesia sea también un impulso a la comunión misionera a la que estamos siempre y de manera renovada llamados. ¡'Veni lumen cordium'!

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