Manolas entre la fe y la tradición: la elegancia que desfila en silencio

Con su mantilla negra y su andar sereno, las manolas caminan en silencio como símbolo de duelo, respeto y devoción

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Manolas entre la fe y la tradición: la elegancia que desfila en silencio
Fotos: Sergio Borja
Eva Martínez Miguel
Eva Martínez Miguel
Lectura estimada: 4 min.
Última actualización: 

Durante la Semana Santa, hay imágenes que se repiten cada año en muchos rincones de España. Una de ellas, tan castiza como solemne, es la de las manolas: mujeres que, vestidas de riguroso negro, caminan en silencio por las calles acompañando a Cristo o a la Virgen. Su imagen, elegante y contenida, es símbolo de luto, respeto y fe. Pero ¿de dónde viene esta figura y cuáles son las normas que rigen su vestimenta?

 

De las plañideras a las manolas

La figura de la manola tiene raíces profundas. Históricamente, se asocia con las plañideras, mujeres que eran contratadas en la antigüedad para llorar en funerales. Ya en textos bíblicos como los del profeta Jeremías se menciona a las 'lamentatrices', lloronas designadas para expresar el duelo colectivo.

En Roma, estas mujeres llevaban consigo unos vasos llamados lacrimatorios, donde recogían sus lágrimas como símbolo de luto. Con el tiempo, esta práctica fue evolucionando hasta cristalizar, especialmente en España, en la tradición de las mujeres vestidas de negro y con mantilla, presentes en los actos más solemnes de la Semana Santa.

 

¿Por qué se llaman 'manolas'?

El término 'manola' proviene del nombre Manolo, muy extendido entre los judeoconversos en el barrio madrileño de Lavapiés. Desde el siglo XVIII, 'manola" se utilizó para describir a las mujeres del pueblo, con carácter, gracia y un aire valiente. Fue el sainete de Ramón de la Cruz quien popularizó el término en clave castiza, y de ahí su evolución hasta la figura actual.

 

El arte de vestir la mantilla

La mantilla es mucho más que una prenda decorativa: es una pieza de solemnidad y tradición que debe lucirse con un respeto casi litúrgico. Aunque hoy su uso se ha restringido a ceremonias muy concretas, como los toros, las bodas o la Semana Santa, sigue siendo un símbolo poderoso de elegancia y espiritualidad.

 

Vestir una mantilla implica seguir ciertas normas

Largo de la mantilla

Debe llegar, por delante, hasta la altura de las manos, y por detrás, unos dedos por debajo de la cadera. Nunca debe ser más larga que la falda. Se recomienda sujetarla discretamente al vestido para evitar que vuele. 

Color

El negro es el color litúrgico para la Semana Santa. Las mantillas blancas o de colores están reservadas para otras celebraciones. Como curiosidad, solo las reinas de España y Portugal, por una dispensa papal, pueden vestir mantilla blanca ante el Papa.

Tejidos

Los más comunes son la Blonda, encaje de seda con motivos florales grandes; Chantilly, encaje francés, ligero y elegante; Tul, más corriente, suele imitar a los anteriores.

La peineta

Es el soporte de la mantilla. Debe elegirse en proporción a la estatura de la mujer y su acompañante. Las de carey son las más tradicionales. Las más altas son también las más difíciles de llevar.

El vestido

Debe ser negro, de manga larga, y siempre por debajo de la rodilla. Es fundamental que transmita sobriedad. Ni escotes, ni brillos, ni colores llamativos.

Complementos

Los justos. Una manola no debe llevar nada de flores, collares coloridos ni adornos excesivos. Solo se permite joyería en tonos oscuros como azabache o plata, a juego con la actitud recogida que debe mostrar quien viste mantilla.

El maquillaje

Discreto. El exceso de este rompe con el espíritu de recogimiento. Lo importante no es lucirse, sino acompañar, desde el respeto, la Pasión de Cristo.

 

Sentido y simbolismo

La manola no desfila por estética. Representa a la mujer de luto que acompaña al Cristo muerto y comparte el dolor de la Virgen. Es una figura penitencial, aunque no lleve hábito. Por eso, al igual que los cofrades, se espera de ella sobriedad, respeto y silencio.

De hecho, las cofradías recomiendan que quienes vistan hábito o mantilla no lleven relojes, pulseras ni anillos, salvo la alianza matrimonial. Estos pequeños gestos subrayan el carácter humilde y penitente que debe marcar la participación en las procesiones.

 

Una tradición que resiste

Aunque en algunas ocasiones se ha criticado a quienes usan la mantilla con más afán de lucimiento que de devoción, el espíritu original de la manola se mantiene vivo gracias a mujeres que siguen cuidando cada detalle, conscientes del valor simbólico y cultural que conlleva.

La mantilla, como tantas otras tradiciones, ha evolucionado con el tiempo. De prenda cotidiana del pueblo pasó a ser símbolo de distinción entre la nobleza y, hoy, sobrevive como emblema de respeto y fe. Su uso, cada vez más minoritario, se concentra en ciudades donde la Semana Santa se vive con especial intensidad, como Sevilla, Valladolid o Málaga.

En palabras de quienes las visten, llevar la mantilla "impone". No solo por lo llamativo del atuendo, sino por el peso de representar una historia, una fe y una comunidad que camina en silencio, entre cirios y tambores, con la mirada puesta en el cielo.

1 comentario

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usuario anonimo 4/17/2025 - 1:19:59 PM
Todo muy rancio
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