Curiosa anécdota del 'Capador de Bercero'
Cuando el diablo no tiene quehacer...
Traigo a cuento lo que ese día escribí al oír aquellas razones que padres de la patria expusieron en la Tribuna del Congreso
Esta tarde en vez de echarme un ratito la siesta me he embaulado la intervención de los padres de la patria en el Congreso acerca de la proposición no de ley contra el Toro de la Vega de Tordesillas. Creí que me quedaba dormido con el rún rún de las razones deslavazadas, con poco sentido, que daban unos y otros al respecto y solo me salió en conclusión el título con el que encabezo esta opinión personal: "Cuando el diablo no tiene quehacer, con el rabo espanta las moscas". En primer lugar, señores, no tienen ni idea de lo que están debatiendo. Sólo prejuzgan la acción de un pueblo que quiere su festejo taurino singular, heredado de sus mayores, lo aprecia, lo ama, lo defiende y lo divulga con todo su orgullo.
El Toro de la Vega es más que un festejo para muchos tordesillanos. Es esencia de su propia vida. Bien es verdad que últimamente por aquello de inclinaciones nuevas, modas y carácter buenistas difundidas profusamente por los medios de comunicación y adoptadas por ociosos, urbanitas y acomplejados que se horrorizan al ver la sangre en un toro, casi como si fuera la suya propia, ha hecho que las costumbres cambien en distintas personas.
Ahora bien, el Toro de la Vega es una reliquia antropológica de primer orden, la única con carácter taurino que se conserva en España en cuanto a antigüedad, gestos y actuaciones y existirá mientras quiera el propio pueblo que lo ampara. Querer eliminar el tradicional, famoso y único torneo por la fuerza, la imposición, la crítica exacerbada, es posible que una todavía más a los tordesillanos en torno a su Toro de la Vega. En conclusión, dejen a nuestro pueblo en paz, a sus gentes tranquilas, olvídense de querer redimirnos de lo paletos, malos y brutos que somos, pues lo único que están consiguiendo es que nos unamos más alrededor de una fiesta, singularísima llama viva del ayer, que si muere, muera, pero de éxito.
Y en esta fantástica imagen de un cuadro de J.R. Muelas recoge el momento en que el escritor tordesillano Alonso del Castillo Solórzano agarrochó un toro el día de San Roque del año 1617 en la misma bocacalle de Santa María.
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